Emisora 24 horas los 7 días

Héctor Lavoe, el hijo de Changó - Medardo Arias Satizábal



Afuera, el coliseo de Buenaventura era un hervidero de gentes que pugnaban por entrar, pero el lugar estaba hasta el tope, y la policía había recibido orden de cerrar la puerta. Hasta en las vigas del techo, los admiradores de Héctor Lavoe esperaban, cual si fueran trapecistas, el momento de lanzarse a la euforia colectiva.


En el camerino, Héctor me pidió con urgencia unas rosas blancas. Antes de saltar a la tarima, quería hacerle un homenaje a Changó, la deidad africana a la cual estaba consagrado. Como hijo del que ampara la guerra y el trueno, la fuerza y la fertilidad, portaba siempre al cuello un collar de cuentas rojas con un carcaj en oro, repleto de flechas. Como pude y a esa hora, hice conseguir las flores, y Lavoe las puso sobre tres botellas vacías, a manera de floreros. Ahí rezó, concentrado, y en minutos corrió hacia el lugar donde ya lo esperaba su orquesta con los acordes de "Calle Luna, Calle Sol".

"En los barrios de guapos/ no se vive tranquilo/cuida bien tus palabras/ o no vales ni un tiro…", cantó Lavoe, y de pronto se escuchó un ruido como de temblor de tierra. Los nativos del puerto que no habían podido entrar y sin embargo habían comprado boleta, corrieron con un tronco de árbol y cargaron contra la puerta del coliseo, como los vikingos. Aquello fue una locura que obligó al propio Lavoe a pedir cordura para evitar desmanes. Con la puerta franca, toda Buenaventura estuvo ahí coreando con la orquesta. Changó había hecho lo suyo.


Para los nacidos en Buenaventura, como para los caleños, Lavoe siempre fue un mito, el mismo que pude conocer personalmente en el otoño de 1983 en el "Studio X" de Manhattan, donde ensayaba con su banda. Ahí me presentó a su pianista, "el profesor Joe Torres", a quien me describió como "el hombre que se come los guineos, y se fuma las cáscaras…"


Si Lavoe viviera, estaría cumpliendo 60 años. Había nacido en Ponce, el 30 de septiembre de 1946, y desde muy niño, rodeado por una familia musical, -su padre y su madre cantaban en las fiestas patronales- y como él mismo lo reconocía, se le "zampó la guapería en la sangre…". Willie Colón, uno de sus más grandes mentores, piensa que el secreto de su voz recibió la influencias de Gardel, de Ramito, de Chuíto el de Bayamón, de Odilio González, y supo combinar todo esto con la picardía de Cheo Feliciano y los robateos felices de Ismael Rivera, el Sonero Mayor.


Al momento de morir, Colón, quien hoy celebra su retiro, lo declaró "héroe de las guerras del Cuchifrito", lo cual viene a ser como una especie de peronavidas de barrio.


Acompañé a Willie Colón en conciertos en Nueva York, en Miami, en Cali. Con el visité el Club de Pozo, un conocido "after hours" (amanecedero), del hijo de Chano Pozo, en la calle 102 de Manhattan, a inicios de los 80.


En su casa de Jamaica, en los suburbios de Queens, revisó y tarareó una canción que escribí para él, sobre Colombia, la misma que nunca llegó al acetato. Lavoe me había solicitado en el Hotel Petecuy de Cali, que le escribiera una melodía donde mencionara mucho a la ciudad, a Buenaventura, y "al río Magdalena".


En ausencia de un presentador, debí presentarlo con su orquesta, en un club de Miami. Lavoe era un sonero por excelencia. En el Studio X de Manhattan, me solicitó una vez, mientras cantaba, un ejemplar del Diario La Prensa. Abrió la sección de crímenes e inmediatamente empezó a improvisar sobre las noticias del día…así era "El Cantante d e los Cantantes", Rey de la Puntualidad. Solía decir que jamás llegaba tarde a un concierto. "Lo que pasa es que la gente llega demasiado temprano", anotaba con humor.


De Colombia le fascinó el ron Viejo de Caldas y andar errante por Ladrilleros, donde vivió un tiempo, y donde quiso convencer al violinista Alfredito de La Fe, de construírse una cabaña ahí. En Cali, fueron inolvidables sus conciertos en Juanchito, acompañado por músicos locales.






En octubre de 1984, el periodista y escritor Medardo Arias Satizábal, residente hoy en Hartford, Connecticut, entrevistó a Héctor Lavoe en Cali. Hizo amistad con el cantante en el otoño de 1983, en Nueva York.
Para los salseros de Buenaventura y Cali, Lavoe siempre fue un ídolo. Esta foto gue captada mientras cantaba en el Club "Juan Pachanga", de Juanchito, acompañado por los Pichirilos y otros músicos locales.

Facebook Follow

Salsa y placer hasta vencer

Salsa y placer hasta vencer
El Molestoso Enrique Romero Cano (1958-2016)
LO ÚLTIMO