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El docente que por 30 años le ha seguido el 'paso' a la salsa



Alejandro Ulloa, de Univalle, cuyo trabajo investigativo lo llevó a un museo virtual de la salsa

¿En qué trabaja ahora?

Trato de terminar la intermedia, ya está creada, pero hay mucho material de campo que no he editado y no he subido todavía. Tengo, por ejemplo, entrevistas con 'Chocolate' Armenteros, con Eddie Montalvo, Bobby Zanabria, músicos muy importantes de Nueva York, vigentes. Tengo horas y horas de entrevistas con ellos, video y material fotográfico, pero no he tenido tiempo ni la oportunidad para editarlo.

¿Cuándo empezó con este proyecto de la intermedia?

En el 2010. Terminé La salsa en discusión’ y decidí emprender un proyecto usando las nuevas tecnologías. Tuvo dos fases: La primera se podía consultar, el diseño se hizo con tecnología Flash, herramienta de la época, pero quedó obsoleta, ahora la nueva tecnología permite consultar los contenidos desde una tablet o un dispositivo móvil, se accede gratis.

¿Se imaginó que estas investigaciones le tomarían más de 30 años?

No pensé que me llevarían por un camino que no acaba, pero sí pensaba que esto tendría un final, fue cuando terminé de escribir La salsa en Cali’, se fueron seis años donde muchas veces sentí que iba a tirar la toalla, que era un empresa casi imposible, porque cada vez que profundizaba encontraba más y más cosas, pero era un desafío al mismo tiempo y el hecho de no renunciar es lo que me ha mantenido hasta hoy.

¿Qué es lo más osado que ha hecho por acercarse a un artista?

Me coleaba en el ‘Festival de Orquestas’. Durante la década del 80 varias veces me colé al estadio Pascual Guerrero, no me daban la escarapela para acceder a la pista atlética y hablar con los músicos. Una vez me tiré por encima del alambre. Tenía un alumno que ya ejercía como periodista, Diego Chonta, él me colaboró mucho, me pasaba su escarapela y yo le ponía mi foto encima, así entraba. Tuve que hacer muchas maromas para un registro fotográfico, un contacto, una grabación.

Un artista para recordar.

Muchos. Eddie Montalvo, a quien entrevisté en Nueva York.

¿Por qué lo impactó tanto?

No tanto porque fuera un ídolo, sino porque hubo una gran empatía en la conversación, más que una entrevista fue un dialogo humano, espiritual, incluso. Uno siente esa energía, lo mismo que con Cheo Feliciano, cuando le hicimos un homenaje en Cali durante el ‘Mundial de Salsa’ del 2014.

¿Cuáles artistas han resultado más complicados?

Un poco arrogante, Rogelio Martínez, pero a esos personajes trato de olvidar.

¿Por qué el fenómeno de la salsa en Cali?

Esa era una pregunta colectiva hace unas tres décadas, usted también se la hacía. Hay varias razones, una porque ha habido una serie de actores sociales que la asumieron como una bandera, como una causa musical que en los últimos años, incluso, se ha vuelto casi una causa política. Política en el sentido de cómo, a través de las audiciones públicas en el espacio urbano, se construyen formas de ciudadanía, se construyen formas de socialización y se reivindica el uso del tiempo de ocio. Audiciones que tienen una intencionalidad más allá de la diversión.

¿Por qué a los caleños les gusta tanto la salsa?

Hay varios momentos. En los 60, cuando recién surge la salsa, es porque es una música gozosa que lleva el cuerpo y el espíritu al clímax y aparece en un momento en que había una especie de ruptura generacional muy fuerte, y esa nueva generación encontró en la salsa, así como otros la encontraron en el rock, una forma de identificación y de expresión que iba con su forma de percibir la vida. Era una música bailable que incitaba a la relación de parejas y de ahí, derecho, al erotismo, a la seducción. En ese sentido, el baile fue una mediación social para establecer vínculos entre hombres y mujeres, jóvenes, amigos, vecinos. Después, esa generación la convierte en un patrimonio simbólico de su vida y de su memoria, pues, de alguna manera, la proyecta a las nuevas generaciones, y entre esas nuevas generaciones algunos la rechazan, otros la asimilan y siguen por esa línea, en otras condiciones y en otros contextos, como a finales del siglo XX y el siglo XXI. Eso no quiere decir que todo el mundo sea salsero en Cali o tenga que serlo.

¿Es mejor investigador que bailarín?

Me defiendo, no me gusta chicanear, pero en una pista me defiendo bien.

¿Qué encontró en 'Mi segunda piel'?

Me interesaba destacar el trabajo de los artesanos, como un creador que se mueve entre el arte y la industria, pero con una gran ventaja y es que él puede poner en su producto parte de su subjetividad, en la medida en que no trabaja para una gran industria. Hablo del zapatero, el modisto, la costurera, quienes trabajan con base en un conocimiento empírico anclado en la tradición de ese saber, pero también con ideas que ellos proponen a sus clientes, desde el diseño hasta la confección. Me interesaba destacar el papel de estos actores relacionados con la salsa y que son invisibilizados, pese a los grandes espectáculos como la ‘Feria de Cali’ y el ‘Salsódromo’, donde el primer signo de identidad profesional es el vestuario.

¿Qué tanto ha evolucionado este vestuario?

De forma extraordinaria, en el diseño, en el concepto, en la confección, hay nuevos materiales, nuevos cromatismos, nuevas elaboraciones, producto del eclecticismo de la negociación entre bailarines, directores de escuelas y confeccionistas.

¿El zapato blanco quedó atrás?

No, lo que pasa es que son épocas. En los 60 y 70 imperaba la minifalda y el zapato blanco, o combinado en dos tonos, hoy en día todos los colores participan, los ácidos, los brillantes. Ellas cambiaron la minifalda por el bikini, ahora hay mucho brillo, mucha pedrería y mucho tocado. Se puede apreciar un desarrollo artístico en el vestuario y en los accesorios que marcan una diferencia radical frente a los 60 y 70.

¿La salsa se quedará en Cali?

No se puede vaticinar en el campo de la cultura, pero sí se pueden observar tendencias, transformaciones, porque la dinámica social y cultural es así. Uno puede constatar que la salsa tiene gran importancia en los sectores populares de la ciudad, hay sitios llenos los fines de semana y 95 por ciento son muchachos además, hay nuevas generaciones de bailarines, permite pensar que esto no se acaba tan rápido.

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