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Temas de la canción caribeña - Eleazar López Contreras



Eleazar López Contreras
eleazarlopezc9@gmail.com




La brujería

En la vida real, es curioso que cuando los maridos o los novios desatienden a sus mujeres, algunas de éstas se valen de disímiles recursos como filtros y pociones de amor, fumadas de tabaco, ensalmes y otros métodos de atracción que tienen que ver con la brujería, el cual es un tema que siempre ha sido tratado en diversas formas y ritmos, pero con humor, lo cual siempre ha estado presente en las guarachas. Dos ejemplos clásicos son Amalia Batista (Rodrigo Prats) y Bilongo (originalmente, Quiquiribú Mandinga, de Guillermo Rodríguez Fiffe). Estas dos sabrosas guarachas destacan a dos súper amarradoras de hombres. El arácnido poder seductor, dirigido al sexo opuesto, parecía venirle a la Batista de sus inescrutables encantos, sin descartar la poderosa atracción que magnéticamente irradiaba gracias a su presumible afiliación al culto mayombe (de origen bantú), mientras que la segunda –una tal negra Tomasa-, aparentemente lograba su voraz propósito empleando prácticas y artimañas abiertamente relacionadas con la brujería y, muy posiblemente, mediante la oportuna intervención de un eficiente babalao o, tal vez, del propio Mandinga en persona.

En otra conocidísima guaracha también aflora la brujería. La máscara festiva de Burundanga esconde un maleficio que comienza con una insólita golpiza en cadena ideada por el compositor Oscar Muñoz Buffartique, en la que además de Songo y Muchilanga, también reciben lo suyo Bernabé y Borondongo, en una entreverada trifulca en serie que termina ocasionándole una extraña hinchazón en los pies a uno de los protagonistas, que sólo podía ser causada por un mal intencionado maleficio.

Las voces del más acá

El compositor Rafael Blanco Suazo se adentra en el más allá para poner a bailar un cadáver en el más acá, cuando se refiere a un individuo, ya fallecido, que se fue de farra. Este digno émulo de El muerto se fue de rumba, del mismo necro-compositor, sigue una vieja tradición de finados parranderos que hacen cosas que generalmente sólo son atribuciones de los vivos. Este salto de la tumba a la pista de baile que dio este “muerto” parrandero, podría ser considerado como el precursor de El muerto vivo, el cual trata de un irresponsable sujeto a quienes todos daban por muerto, hasta que apareció vivito y coleando en su propio velorio, logrando el perdón de su familia y amigos, quienes aceptan el menor de los males al alegrarse que el hombre no estaba muerto, sino que sólo estaba de parranda, ello a pesar de haberse gastado todo el salario (lo cual, muy probablemente, hizo con otra mujer). En Cuba solían enterrar a un personaje querido al compás de un sabroso son (como cuando lloraron a Papá Montero, a quien, bailando, “llevaron al agujero”). Otro tema es Sobre una tumba, una rumba, que se basa en el filosófico concepto de que rumba mata a tumba.

El primer éxito del Gran Combo, que se remonta a 1962, fue La muerte, pero como lo que nos interesa es el lado bueno de eso que es tan malo, aquí es donde encaja Sobre una tumba, una rumba, del famoso Ignacio Piñeiro. En lo mortuorio, Billo Frómeta no se quedó atrás y escribió una graciosa guaracha sobre un muerto que salía en la esquina de Las Gradillas (la voz del aparecido la hizo el propio Billo y la introducción la basó en La marcha fúnebre de Saint-Säenz). Años después Enrique Jorrín presentó con flauta y violines, su ya famoso Espíritu burlón.

Los tragos

Dentro de las canciones que tratan de tirarse a la borrachera y a la perdición, figura un viejo bolero que cantó Felipe Pirela, cuyo título es el reiterativo Llegó borracho el borracho. La compositora Delia Arias celebró la poca edificante actividad de empinar el codo en el merengue Tomo que tomo y tomo, lo mismo que hizo el conocido músico colombiano Lucho Bermúdez cuando compuso Borrachera, al que podemos agregarle Vivo la vida borracho, de Luis Kalaff. A estos temas etílicos podemos sumarle La banda borracha (de Wilson “Wicho” Sánchez) que fuera éxito del zuliano Supercombo Los Tropicales.

Matones y bembones

Bobby Capó denuncia una grave injusticia en la que un prejuiciado gendarme comete una enorme arbitrariedad con un pobre diablo que no tiene culpa del color de su piel, ni del descomunal tamaño de sus labios. Tan grave asunto lo trata el autor con cierta jocosidad. El negro bembón plantea el caso de un policía atemorizado por la potencial agresión de un malhechor. La trama de esta tragedia bailable con moraleja, la desarrolla el cantautor puertorriqueño de una manera ingeniosa. Resulta que un matón liquida a un negro por ser éste bembón; al enterarse el gendarme que investiga el asunto de que la víctima es propietaria de una boca ligeramente más gruesa que la del propio Lotario, éste precavidamente procede a encoger la suya, a fin de evitar ser también desbembado. El consciente coro termina reprochando la criminal acción del rufián (“esa no es razón”) para luego sugerirle al atemorizado policía adoptar un inmediato disimulo bucal y emprender una prudente retirada antes de que reaparezca el matón y decida eliminarlo también, por “ser tan bembón”.

Las flores

Con un sentido realmente romántico es que los compositores caribeños han tejido sus canciones con ramilletes de flores, invocando el perfume de las gardenias y de las rosas, o sus colores, que las pueden imaginar como flores negras, o sin esperanzas, como ocurre con el bolero de Rubén Fuentes, que no florece porque es flor sin retoño.

Los animales

La fauna es un tema recurrente en la canción caribeña y aparece por aire, mar y tierra en todo ese repertorio en el que abundan águilas, palomas, golondrinas y gorriones (en México), chivos (en Venezuela y Santo Domingo), tigres, vacas y vampiros (como “Juan Vampiro”, que era como la gente llamaba al popular Guampampiro del cubano Guillermo Rodríguez Fiffe); gatos, ratones y pingüinos, gallos, gallinas, pájaros y pajarillos, caimanes (como el que se fue para Barranquilla, la cuna de la cumbia, desde donde nos mandaron de vuelta a la caimana Shakira); avispas (Yo vengo soltando chispas/ yo vengo echando candela/ yo vengo como la avispa/ que pica y luego envenena, como dice la vieja guaracha Soltando chispas de René Márquez), y, por supuesto, entre muchos otros animales, algunos burros y muchos caballos, algunos peloteros (como el del Gran Combo de Rafael Ithier) y otros tan raros como el Caballo negro de Pérez Prado, que tenía la particularidad de ser negro, pero con la cola blanca. La más famosa y reciente de todas estas alusiones, que se aparta de los abundantes caballos que galopan en las rancheras mexicanas, es el famoso Caballo viejo de Simón Díaz, quien se sorprendería al saber que existe una antigua composición de Barbarito Diez y Antonio María Romeu llamada Cabello viejo. * Caballo viejo”.

Los feos

La picaresca caribeña también toca temas eficazmente planteados para hacer cualquier tipo de comentario personal o social. Esto nos permite referirnos a determinados asuntos que lucirían fuera de lugar, si fueran dichos de otro modo. En el Cha cha cha de los feos los compositores Roberto Puentes y Cárdenas orgullosamente proclaman que “ahora los feos tenemos un cha cha cha”, mientras que, en un sentido claramente opuesto, Obdulio Morales ordena a los feos quedarse en la cocina, tal vez porque no estaban invitados a la reunión planteada por Walfredo Guevara, en la que se especificaba que La fiesta no es para feos. Pero mucho más drástica es la disposición que plantea La eliminación de los feos, escrita por una dama (Flor Morales Ramos), en la que no se salva ningún músico ni cantante de la región.

Por esos tiempos había escrito Enrique Bonné Castillo, el retador Que me digan feo, en lo cual insiste la letra cuando orgullosamente proclama: Que me digan feo/en cuanto me vean/si la dicha de ser gracioso/todos la desean. En la versión pachanguera de Rolando LaSerie con Tito Puente, el cantante lo resume todo al cerrar con un afirmativo y reconfortante: “¡Feo, pero guapachoso!”.

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