Ileana Fuentes - 13-Abr-16
Durante las décadas del 30, 40 y 50 del pasado siglo, considerada por muchos como la etapa de oro de la música cubana, fueron varios los cantantes que brillaron dentro y fuera de la Isla por sus excepcionales dotes vocales y su carisma.
De esa etapa trascendieron, entre otros, grandes estrellas como Benny Moré, Roberto Faz, Vicentico Valdés, Daniel Santos y Abelardo Barroso. De este último, podemos señalar como dato curioso que fue el primero en ser conocido con el sobrenombre de “Sonero Mayor”.
Barroso (1905-1972) fue una de las figuras más cautivantes de la música cubana en la época que le tocó vivir y aunque su legado como cantante es asombroso, con el paso del tiempo crece el número de personas que desconoce su verdadera importancia dentro del escenario musical.
Para muchos, lo primero que llama la atención en la carrera del cantante habanero es su recorrido por varias agrupaciones famosas de aquellos años, que lo ayudaron a catapultarse a la fama dentro y fuera de Cuba.
Hay que señalar que se trata de un período donde la música cubana disfrutaba de una poderosa inserción en los circuitos internacionales de promoción, y ponía de moda géneros musicales que hicieron bailar a públicos de todos los continentes, al ritmo del son o el cha cha chá.
A Barroso se le recuerda como la voz líder de los sextetos Habanero y Boloña, y también con el formato tradicional en la primera línea del Septeto Nacional Ignacio Piñeiro, que durante los años 20 (cuando Barroso formó parte de su nómina) era la agrupación de mayor convocatoria en la Mayor de Las Antillas.
Con el transcurso del tiempo, los formatos orquestales populares fueron evolucionando en el gusto del público, y a partir de la década del 30 se entronizaron las charangas. Gracias a su voz, Barroso se mantuvo como uno de los cantantes más aclamados y siguió militando en importantes conjuntos como el grupo de variedades Salmerón, los sextetos Universo, Pinin y la charanga López & Barroso, que fundó junto al célebre contrabajista Orestes López.
Pero lo que realmente disparó a Abelardo Barroso hacia el estrellato fue su talento como cantante. Era una voz típica de sonero, coinciden los estudiosos, que le permitía asumir un amplio repertorio con soltura, impregnándole a cada canción un estilo marcado por su timbre meloso y agradable.
Abelardo Barroso convirtió en éxitos varios títulos como “Suavecito”, “Lo que la vida enseña”, “Cachita”, “Corazón no llores”, “En Guantánamo” y “Arráncame la vida”, el mítico bolero compuesto por el mexicano Agustín Lara. En todas las victrolas del país se escuchaba su voz con esta canción, convertida en antológica, y su pegajoso estribillo era tarareado en todas partes.
Arráncame la vida, con el último beso de amor, arráncame la vida toma mi corazón… repetía el coro de la canción que no dejaba de sonar en la radio, los cabarets y plazas extranjeras, donde la música cubana era recibida con los brazos abiertos.
Además de su fama como cantante, a Barroso le volvería a sonreír la suerte cuando junto a otros músicos creó la Orquesta Sensación, una agrupación considerada trascendental dentro del pentagrama cubano.
Como parte de Sensación, un all star con Barbarito Diez, Celeste Mendoza, Richard y Rembert Egües y César Pedroso, padre, entre otros, fue que alcanzó la cima de su gloria. Realizó giras por varios países y grabó discos memorables. Ganaron un Disco de Oro en 1957.
Hasta su retiro definitivo de los escenarios en 1969, a causa de su delicado estado de salud, este artista fue reconocido y apreciado en su justa medida y a tantos años de su muerte es considerado como un ícono de la música y la cultura cubana en general.
Sus oficios antes de cantar
Antes de ser estrella como cantante, Abelardo Barroso se ganó la vida en oficios que nada tenían que ver con la música. Pocos saben que el primer “Sonero Mayor” trató de vivir como taxista, jugador de béisbol y boxeador.
